“La Noche de los Mil Gritos” Por Togashi Miyoko.

La primera vez que pisé Ryoko Owari fue hace aproximadamente un año y aún así lo que ocurrió sigue despertándome en mitad de la noche con recuerdos más dolorosos que los espasmos que recorren mi brazo derecho.
Lo que comenzó con una amable invitación para participar en el Festival de Bon por parte de un compañero magistrado, el cual se hallaba en la ciudad por motivos académicos, se desarrolló en cuestión de horas en lo que hoy en día los ciudadanos de esta noble ciudad califican como “La Noche de los Mil Gritos”.

Tremenda es la impresión que experimenta el viajero al atravesar por primera vez las gruesas murallas defensivas de Ryoko Owari, un asentamiento milenario constantemente amenazado por la presencia de seres del otro mundo, cambios de gobierno y por supuesto por intrigas palaciegas. En este contexto un grupo de compañeros magistrados y una servidora se disponían a pasar unos días festivos.
El desastre no tardó en desencadenarse, en cuanto nos acomodamos para comer en nuestra osada, la sala anexa a la nuestra fue brutalmente atacada por una criatura oscura. El resultado de la batalla que inmediatamente aconteció desgraciadamente se llevó la vida de un guardaespaldas del Clan Grulla, el comerciante para el cual trabajaba salió herido, una sirvienta estuvo a punto de reunirse con los dioses y la piel de mi brazo acabó quemada por el contacto directo con la criatura.
A partir de aquello la velocidad de los acontecimientos superaban todo límite de entendimiento humano: asalto al edificio de los embalsamadores, incendios de almacenes del Clan Unicornio, onis que aparecían y desaparecían del Consulado, mensajes misteriosos dirigidos a mi persona, sospechas sobre la Gobernadora y mientras todos estos desgraciados eventos se abalanzaban sobre nosotros sin que pudiésemos parpadear siquiera; el temor de que en unas horas todos los ciudadanos de Ryoko Owari llenarían las calles para honrar a sus ancestros y el peligro al que estarían expuestos suponían todo un reto. La presión era horrible, los comerciantes se acusaban los unos a los otros, la guardia de la Gobernadora no servía más que para entorpecer nuestra investigación, unos de nuestros propios compañeros nos estaba ocultando información y por si fuera poco…nigromantes.
Nunca antes en mi insignificante vida había tomado consciencia de lo horribles que pueden llegar a ser los conocimientos de Maho-tsukai. A pesar del pánico que me supone un enfrentamiento de este calibre nunca retrocedí, confío en la preparación que me proporcionó mi abuelo, pero doy gracias a Amaterasu por el trabajo en equipo que siempre me apoyaba. O eso creía yo.
Tras la puesta de sol, a poco de comenzar la procesión en la calle principal, un personaje de especial trascendencia para mí al fin dio la cara. No sólo su identidad sino la información que llevaba recabando durante dos años nos heló la sangre. Se trataba de un pariente; Togashi Ikioto quien era responsable de los mensajes de advertencia sobre una traición en seno de los magistrados.
Lo que vendría a significar que este personaje ha estado siguiendo mis pasos desde que dejé las montañas del Clan Dragón. Su misión: investigar el “Culto de la Luna”, secta dedicada a la magia negra apoyada logísticamente por la Escuela de Magia de la ciudad que estaba liderada por un grotesco personaje del Clan Escorpión. Su objetivo era reemplazar las máscaras festivas del Clan Grulla por máscaras de sacrificio; así durante la procesión del Festival de Bon los doscientos integrantes del Clan Grulla que participarían en ella serían sacrificados para invocar onis en el centro de la ciudad. La apertura de la puerta hacia el otro lado dejaría la oportunidad idónea para los eruditos de la Escuela de Magia para encontrar el alma de un maldito mago negro a quien ellos tenían en alta estima.
Perros desgraciados, ¿En qué mísero manuscrito habrían leído que abriendo una puerta hacia el mundo oscuro podrían encontrar almas humanas? ¿Qué les hace pensar que ellos saldrían ilesos al ataque masivo de los oni? Necios. Desprecio a todo aquel que no respeta la vida.
Para evitar la masacre mi primo logró recolectar objetos mágicos provenientes de las casas más importantes de Rokugan.
En el transcurso de esta escalofriante revelación Togashi cae muerto. Resultó descaradamente envenenado por nuestro compañero-anfitrión del Clan Escorpión; según nos informó Tai-san, que advirtió como Yogo vertía una sustancia en su taza de té.
Con poco tiempo restante para el comienzo de la festividad decidimos dejar al hasta ahora magistrado Yogo inconsciente en la barca donde Togashi nos había reunido, desamarramos la embarcación y dejamos la escena del crimen a la deriva río abajo a la espera de que los dioses decidan el destino del magistrado asesino.
El resto de camaradas emprendimos el regreso a la calle central para desenmascarar al director de la Escuela de Magia quien sabíamos daría inicio al ritual de sacrificio. La calle se encontraba abarrotada, los farolillos estaban exquisitamente cuidados y encendidos, los niños corrían por todas partes con sus máscaras de animales, el espanto corría por mi espalda como si parte de mí fuese. Y allí se hallaba el director sentado junto a la Gobernadora y claramente vimos mover sus labios al igual que así hacía el séquito de Alumnos Ilustres que lo acompañaba. Gracias a la fortuna que nos sonreía en ese momento logramos detener el desastre no sin luchar con las armas y objetos que Togashi nos confió.
Lo que no pudimos evitar es la cicatriz social y diplomática que revolvió hasta las entrañas de una ciudad ejemplo hasta el momento de paz y tolerancia entre Clanes.

Comentarios