Mi crónica personal sobre "Los asesinatos del Juguetero" (Capítulo 1)

    Los que me siguen por Twitter o como jugadora habitual de "El Canal de los Olvidados" de Youtube, saben que no soy muy amante de los Mitos de Cthulhu ni de la obra de Lovecraft, por eso cuando mi compañero de aventuras Oceanorrolero me propuso jugar a los Asesinatos del Juguetero, lo primero que mostró mi cara fue...



    Había probado anteriormente el clásico juego de rol de La Llamada de Cthulhu, que fue el causante de mi odio a los Mitos, y posteriormente El Rastro de Cthulhu, que arregló un poco la situación, aunque no del todo. Sólo tenía dos alicientes para darle una oportunidad a esta aventura autojugable:

  1. Sistema Hitos que, a pesar de todos sus detractores, a mí me encanta por lo rápido y narrativo que es,
  2. por la ambientación histórica en la que se desarrollaba la aventura. Nuestra España de 1920.

 

    Y menos mal que le dí una oportunidad, porque salí encantada de la partida. 

    Ya partía de base con el saber manejarme con el sistema de juego, que siempre ayuda, además sé que Oceanorrolero le ha hecho una modificación a la regla de Cordura de Hitos para que funcione mejor. Pero lo que realmente me enganchó fue todo el trasfondo histórico de la aventura y mi personaje, Helena Valero. Sé que nuestro DJ ha hecho algunas modificaciones en la aventura para adaptarla a dos únicas jugadoras, con dos personajes femeninos. Sé que ha "elevado" la figura de la mujer liberada y garçonne de la época en su narración, pero aún así, la esencia de la historia parece, de momento, intacta.

    Es por ello, que en el post-partida dije a las claras que quería recuperar mi tradición de hacer una crónica de la campaña jugada con esta aventura... ¡Ay qué recuerdos de mi cuaderno de las Crónicas de Transilvania de Vampiro! 😍

    Así pues, y dado que esta partida no se va a retransmitir por Youtube, he decidido rescatar este moribundo blog de Oceanorrolero, el cual le digo siempre que tiene que resucitar y que le come menos tiempo que su canal, para escribir las "Crónicas de Helen Myfair" (el seudónimo de mi personaje).

 

    Dicho esto, AQUÍ podréis ver la ficha de mi personaje y, a continuación, comienza la crónica de la 1ª sesión:

 

INTRODUCCIÓN DEL MARCO HISTÓRICO DE LA AVENTURA

    Nos encontramos en los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera, por aquel entonces tenía un gran peso lo que todos conocíamos como la famosa Unión Patriótica. La Unión Patriótica era una asociación de «hombres de buena voluntad», que integraba a toda la sociedad y sustituía a los partidos tradicionales, a los que se consideraba corruptos,para dar soporte al nuevo régimen. Era un partido personalista ligado al mantenimiento del régimen dictatorial y a la personalidad de su líder. Incluía a antiguos caciques y no servía para otra cosa que para proporcionar apoyo popular en las manifestaciones y actos de adhesión.

    En cuanto a las fuerzas de seguridad, teníamos al Somatén que comenzó siendo una fuerza parapolicial de origen catalán para posteriormente extenderse a toda España y cuyo objetivo era apoyar el mantenimiento del orden público y las buenas costumbres.

    El régimen fue muy severo con los anarquistas y comunistas, pero consiguió la colaboración de los socialistas, quienes se encontraban en posición de debilidad. Por razones obvias, hubo una disminución de la conflictividad y del número de atentados, aunque la oposición a la dictadura seguía estando formada principalmente por republicanos,comunistas, anarquistas y por una cantidad considerable de intelectuales.

    No será hasta 2 años después, en 1928, cuando se perciba en el régimen el inicio de un proceso de decadencia,ya que la oposición comenzó a ser cada vez más creciente y se hicieron muy frecuentes las conspiraciones armadas.

    Primo de Rivera dimitió y abandonó el país en 1930.


MADRID, DICIEMBRE DE 1926

 


    No os quiero adelantar acontecimientos queridos lectores, pues aún falta mucho para que todo esto ocurra, dado que la historia que nos ocupa comienza un 18 de diciembre del año 1926, justo cuando recibo una invitación firmada por la mismísima condesa de Toledo.

    En ella se me informa muy brevemente que se requieren mis servicios en Madrid durante varios días para una investigación. Enseguida deduzco por los pocos detalles de la misiva, que se trata de un asunto de seguridad nacional. Acompañan a la carta un billete de tren en primera clase y una estancia de 3 días en el Hotel Palace.

    Con una extraña mezcla de emoción y temor me dispongo a acudir a la cita en el famoso Café Gijón de Madrid. Cuando entro en su interior, el penetrante olor a tabaco mezclado con el de café recién hecho me evocan recuerdos de tertulias pasadas y mientras me voy acercando al reservado, logro vislumbrar bajo la nube gris de vapor a una robusta señora de mediana edad, de cabellos morenos que está sentada en una mesa y que espera inquieta, mirando constantemente hacia la puerta mientras se fuma un pitillo.


     Al percatarse de que observo dubitativa el reservado, me hace señas con el brazo. Efectivamente se trataba de la otra señorita que también había sido citada con el mismo prepósito según la carta.

    Me quité mi cálido abrigo de piel dejándolo caer suavemente sobre la silla vacía, mientras la señora me examinaba de arriba a abajo con una mirada inquisitiva. Mi apariencia de muchachita cándida a veces me jugaba malas pasadas, sobre todo porque siempre me tocaba hacerme respetar y detestaba que me trataran con condescendencia.

   Cuando nos presentamos y ella me dijo su nombre, noté como su expresión se tornaba a relajada. Carla, así se llamaba, sugirió compartir nuestros desayunos, hecho que contribuyó a crear un ambiente algo más distendido. Por su forma de expresarse no cabía la menor duda de que era una mujer culta, con una fuerte personalidad y que tenía las ideas muy claras. Eso era algo que me atraía y que hacía que pudiera confiar en ella.

   Me confesó que tenía un especial interés por los asuntos paranormales y que, incluso, había investigado sobre ellos. Yo le relaté que era escritora e incluso le desvelé que firmaba mis novelas de misterio con el apodo de Mayfair. Después de haber depositado mi confianza en ella, lo único que esperaba era que no me defraudara.

    Admitió haber leído una de mis novelas, concretamente mi tercera publicación «El ataque de los dirigibles» y no tardó en mostrarme su admiración. Percibí un cierto atisbo de asombro en su rostro que de inmediato se convirtió en una mueca de complicidad cuando abrió su coqueta pitillera para ofrecerme gentilmente uno de sus cigarrillos.

    Yo siempre fui fumadora ocasional, así que cortésmente lo acepté, y mientras disfrutábamos de aquel delicioso desayuno, fuimos interrumpidas por un atractivo varón de cuerpo atlético y brazos fornidos que nos examinaba con una imponente mirada de ojos verdes. En aquel momento me pareció irresistible y dejándome llevar por mis instintos y por una desbocada imaginación que siempre me jugaba malas pasadas, ensalcé su belleza piropeándolo. El chico se sonrojó y por sus gestos, parecía haberse sentido ofendido. Muy en su papel de militar disciplinado y casto, con expresión seria tomó asiento y sin dirigirme la mirada, enfocó toda su atención en la señorita Carla. Después de realizarle un cuestionario de preguntas un tanto peculiares e ir anotando todas las respuestas en una pequeña libreta, era mi turno. Con mirada fría hizo lo mismo conmigo aunque yo, a diferencia de Carla tuve que convencerlo de mis aptitudes y de que era la persona idónea para la llevar a cabo la investigación. Algo receloso y después de unos minutos de silencio, asintió con la cabeza dándonos su aprobación dejando sobre la mesa 2 invitaciones para el Palace de Lucy, lugar de reunión con la condesa.

    El Palace de Lucy era un local de cierto renombre entre los círculos de ilustrados madrileños, ya que era regentado por la afamada Lucía Torrijos, una mujer de influencia dentro de la nueva corriente feminista. Propietaria de un cabaret y de salas de reuniones para intelectuales era una señora de negocios, hecha a sí misma e independiente, lo que se conocía en la España de esta época como una mujer garçonne.

    El interior del Palace estaba a rebosar de caballeros trajeados y el inconfundible aroma a habanos que impregnaba el ambiente le daban al local un cierto aire de distinción y modernidad. De fondo sonaba «Pantorrillas», un cuplé picaresco interpretado por la Chelito, mientras todos los presentes entusiasmados, la animaban entre palmas y vítores.

    Al fondo,en la puerta del reservado, un tipo cuarentón, bajito y de piel morena con un traje antiguo y unos tirantes pasados de moda, custodiaba la entrada, aunque como el resto de caballeros de la sala estaba algo distraído. En cuanto nos acercamos, centró toda su atención en nosotras, nos examinó detenidamente y noté como su mirada sucia y lujuriosa se clavaba en mi escote, mientras esbozaba una burlona sonrisa. Me estremecí. Carla con paso firme y decidida,le informó de que teníamos una cita con la condesa. Se presentó como Juan, por su acento no había duda de que era de procedencia latinoamericana. Abrió las puertas de inmediato.

    Cuando accedimos al interior de la estancia, no podía creer lo que veían mis ojos. Delante de nosotras no estaba la condesa de Toledo,como esperábamos, si no los mismísimos Reyes de España. La solemne figura de su majestad el rey Alfonso XIII acompañado de su mujer la reina Victoria Eugenia presidian la sala y en cuanto hicimos acto de presencia, en tono cordial se dirigieron hacia nosotras. Una sensación de gran excitación recorría mi cuerpo y comenzaron a sudarme las manos. Era una situación única y mis nervios comenzaron a ser incontrolables. En aquel momento sentada delante de sus majestades, lo único que se me pasaba por la cabeza era la repercusión que nuestros actos podían tener y de como afectaría todo esto a mi reciente carrera literaria. Mientras la cabeza me daba vueltas y apenas podía articular palabra, escuchaba vagamente como mi compañera Carla hablaba con el rey, quien era interrumpido a menudo por la reina y le ponía al corriente de todos los pormenores de nuestra futura empresa.


 

    Sin entender con claridad como depositaban su confianza en dos chicas como nosotras, tratándose de un asunto tan serio que podía hacer tambalear los pilares del régimen y de la monarquía, me dispuse a asimilar y a analizar todos los acontecimientos que nos habían narrado.

    Se trataban de unos atentados perpetrados por un grupo organizado de anarquistas contra la propia Casa Real y contra el general Primo de Rivera. Según sus investigaciones, el responsable de los atentados era un miembro de dicha organización conocido en esos círculos como «El Juguetero». Al parecer utilizaba artilugios extraños fabricados por él mismo con la ayuda de la banda y los individuos que participaban en los ataques estaban dotados de unos poderes y de unas fuerzas sobrehumanas, que se escapaban de toda lógica o razón. La Benemérita consiguió arrestar a uno de los miembros de la banda, pero lamentablemente antes de ser interrogado, este apareció muerto en su celda, tras haber ingerido algún tipo de veneno. Este hecho, les ha llevado a pensar, sobre todo a la reina Victoria Eugenia fascinada por las ciencias ocultas, que se esconde algo paranormal detrás de estos actos.

    Tras jurar lealtad a la Corona y convencer a su majestad el rey Alfonso XIII de nuestra profesionalidad y discreción, nos da su beneplácito ofreciéndonos un salvoconducto que nos permitiría visitar los archivos de la Guardia Civil para la búsqueda de más información.

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