Mi crónica personal sobre "Los asesinatos del Juguetero" (Capítulo 2)

     Buenas noches queridos seguidores y seguidoras de El Canal de Los Olvidados, como ya el calor empieza a apretar de verdad por aquí por el sur, qué mejor manera de pasar el rato que fresquita, con un buen helado de menta y chocolate y regresando a Blogger para seguir escribiendo mis notas de campaña de la aventura autojugable del sistema Hitos llamada "Los Asesinatos del Juguetero", la cual ha sido la culpable de que... por fin... le haya dado una oportunidad a los Mitos de Cthulhu.
 
     Así pues, y sin más rodeos, comenzamos con el segundo capítulo:
 
 

A la mañana siguiente decidimos ir al cuartel general de la Guardia Civil para recavar más información sobre el caso, recurriendo para ello al Director General de la benemérita Don Ricardo Burguete. En un despacho destartalado y húmedo con una austera decoración reducida a la clásica fotografía de la familia real presidiendo la sala y a una anticuada pintura de un campo de girasoles, se encontraba nuestro contacto sentado en un amplio escritorio junto a un armario archivador bastante deteriorado. Cuando nos vio aparecer en la habitación su expresión se tornó en una mueca y su trato condescendiente llegó a rozar la grosería. Era un tipo estirado, seco, sin duda sus 30 años de servicio le habían pasado factura. Todo en aquella estancia recordaba al rancio conservadurismo propio del régimen, todo incluso su anticuado traje, su pelo grasiento con fijador y su penetrante olor a colonia de hombre barata. Desde su mesa nos examinaba con desdén, para después presentarse dándonos la mano y ofreciéndonos un pitillo aparentando esa falsa cordialidad típica de hombres que no están acostumbrados a tratar con mujeres en el trabajo.

 

Tras comenzar a hacerle preguntas sobre el caso, nos desveló que la primera víctima se remontaba a hace un año y que fue un tal Juan Martínez, cuya esposa también fue encontrada muerta al precipitarse por un barranco y como si de una maldición se tratara también su mayordomo apareció calcinado en un incendio que se produjo en su vivienda, la cual sería posteriormente demolida, evitando así que pudieran recavarse más pistas. Este suceso apenas tuvo gran repercusión en la prensa.

 

También nos comentó que en Octubre del año pasado un grupo de encapuchados asaltaron dos sucursales del Banco de España. Una en Valencia y otra en Cádiz. El director de la sucursal de Cádiz recibió un curioso regalo, unos coches de juguete hechos en papel de plata que tenían una pequeña inscripción: «de tus buenos amigos». Del altercado de Valencia, sin embargo solo se logró requisar un panfleto de una reunión de la CNT en Alcoy. Al parecer los asaltantes reventaron la caja huyendo con el dinero y pese a los numerosos disparos todos salieron ilesos, excepto uno. En el tiroteo fallecieron varios guardias civiles, siendo Antonio Ortiz el único superviviente de los altercados. El encargado de hacerle la autopsia al asaltante muerto fue el afamado forense del Hospital Provincial de Madrid, el doctor Aguirre.

 

La siguiente víctima fue un juez del Tribunal Supremo que residía en Lloret de Mar. El ataque a la vivienda fue producido por tres aviones de juguete cargados de explosivos. El mecanismo que controlaba los aviones se basaba en un invento que se conocía con el nombre de Telekino, creado por el ingeniero Leonardo Torres Quevedo, importante asesor del gobierno en esta investigación y que se había comprobado que no era sospechoso.

En el ala de uno de los aviones se encontró una inscripción «PH». Curiosamente en el momento del atentado no se encontraban en la casa ni la muchacha del servicio Doña Juana Mulas, ni su sobrino Roberto Díaz, guía turístico del Museo del Prado.

 

Tras numerosas investigaciones, se puso en vigilancia a un sindicalista que escribía para el periódico «El Amanecer Obrero», Mario López Vázquez que regentaba un pequeño bar en la calle Toledo de Madrid. Se le relacionaba con el movimiento anarquista, aunque finalmente y a falta de pruebas concluyentes no pudo ser acusado de ningún delito y por tanto estaba en libertad.

 

Toda esta información que compartía con nosotras el señor Burguete, estaba relacionada con reciente intento de atentado al general Primo de Rivera que se había producido el 24 de junio. En este caso, se trataba de una pequeña caja de música minuciosamente decorada y con una bellísima y mortal melodía que se generaba a través de un complejo mecanismo hecho de rodillos y que al finalizar hacía detonar el artefacto.

 

Después de anotar detalladamente todas las pistas y asegurándonos de que no habíamos pasado nada por alto, decidimos acudir a visitar a todos aquellos relacionados de una forma u otra con la investigación, con el fin de recavar más información y arrojar un poco de luz a este asunto tan oscuro y misterioso.

 

Nuestros primeros pasos nos llevarían aquella misma tarde hacía el Museo del Prado, con suerte aún no habría acabado la última visita y podríamos esperar a que finalizara para hacerle unas breves preguntas sobre el asunto de su tío. Efectivamente cuando llegamos, Roberto Díaz se encontraba a punto de comenzar su última visita del día por el Museo y al acercarnos a preguntar, nos dijo amablemente aunque algo preocupado que nos atendería al finalizar. Pasamos un rato agradable y resguardados del frío entre obras de arte y para cuando quisimos darnos cuenta ya era la hora de la cena. Fuimos con el señor Díaz a cenar a un bar cercano y allí comenzamos a interrogarlo. Cuando le comentamos el motivo de nuestra visita y empezamos a hacerle preguntas parecía algo cansado, aunque en ningún momento se negó a cooperar. Su actitud denotaba una cierta resignación. Tenía muy buena relación con su tío, aunque no con la señora del servicio Doña Juana Mulas, a la que acusaba abiertamente de haberse apropiado de una cruz de Caravaca de casa de su tío e incluso de haber robado dinero justo antes del incidente. La relacionaba con el ataque, ya que según él estaba saliendo con un anarquista de Alcoy. Después del altercado, había comenzado a trabajar en casa de los Montilla, unos familiares del juez. Así que todo apuntaba a que también tendríamos que ir a hablar con la señora Mulas.

Justo después de cenar y para aprovechar al máximo nuestra estancia en Madrid, decidimos pasarnos por el bar de la calle Toledo. Una puerta vieja y desconchada nos daba la bienvenida desde donde se podía vislumbrar el interior de aquel castizo local donde bastantes parroquianos se arremolinaban en torno a la barra mientras bebían vino en pequeños vasitos recortados. Al poner un pie en aquella estancia, todas las miradas se clavaron en nosotras, mientras Juan con actitud inquisidora intimidaba a los presentes. Allí conocimos a Mario López Vázquez, apodado como «El pajarito de Soto» un hombre abierto y jovial y a su mujer que era la que servía en el local. Con la excusa de que estábamos escribiendo una nueva novela, le preguntamos sobre los asesinatos y nos aseguró que aunque siempre habían sospechado de los anarquistas, estos nunca estuvieron implicados.

Su mujer, una señora muy simpática y habladora, al comentarle lo del caso del juez y nombrar a Juana, nos dijo que la conocía y que tenía una prima, María, con la que Juana se quedaba largas temporadas e iba todos los domingos a misa. Al parecer Juana, tenía problemas con las drogas y su pareja «El Pere de Alcoy» no era una buena influencia.

 

Y hasta aquí la entrada de hoy. En breve más, vamos ya por la séptima sesión de juego y está la cosa cada vez más interesante y terrorífica 😁

 


 


Comentarios